La fotografía del lobo ibérico, un encuentro con el rey de la Península Ibérica

La fotografía del lobo ibérico: un encuentro con la naturaleza salvaje

El lobo es, por naturaleza, un animal esquivo, muy inteligente y, lamentablemente, ha sido injustamente perseguido a lo largo de la historia. En la ignorancia de muchos, se olvida que el perro doméstico, ese compañero tan cercano, es en realidad un descendiente directo del lobo. Como amante de este magnífico cánido y, en particular, del lobo ibérico, he dedicado años a seguir sus huellas y a tratar de captar su esencia en la fotografía.

Durante los meses de verano, así como en los puentes y festivos de otoño e invierno, me escapo a disfrutar de la naturaleza salvaje de una de las mejores reservas naturales de España: la Sierra de la Culebra. Esta zona, situada en el norte de Zamora (Castilla y León), es uno de los refugios de estos animales tan extraordinarios.

Hace ya varios años, pasaba horas y días enteros en los montes de la sierra, y tuve la suerte de observar al lobo en su entorno natural, en libertad y en su máximo esplendor. En todas esas ocasiones, jamás sentí miedo. Más bien al contrario, sentí una conexión especial al ver cómo me observaba, cauteloso, desde su distancia, en un encuentro mutuo de respeto.

Para los fotógrafos de naturaleza, uno de los aspectos más importantes es el equipo. Para capturar animales salvajes como el lobo, un teleobjetivo es esencial. En mi caso, he utilizado dos, uno con mi antigua Olympus y otro con mi Nikon. Ambos objetivos eran de una focal larga 300mm. Pero los míos no eran demasiado luminosos, lo que afectaba la calidad de las fotos, generando ruido y disminuyendo el detalle en situaciones de baja luz. Pues el lobo se mueve más en el alba y al atardecer.

A lo largo de mis veinte años recorriendo los montes de la Sierra de la Culebra, he tenido varias oportunidades de encontrarme con lobos solitarios, aunque nunca he logrado verlos en manada. En mi experiencia, los lobos solitarios tienden a ser curiosos pero también extremadamente esquivos. A menudo, los he visto acercarse a la zona, pero rápidamente se han desvanecido entre los bosques y monte bajo. Durante todo este tiempo pocas veces he podido verlo con calma, unas porque él se quedaba observándome, otras porque observando los buitres, localizaba animales que bien estaban moribundos, o habían muerto en la zona.

El lobo, siempre tan esquivo, sigue siendo un misterio fascinante que se niega a ser capturado por completo.

Durante todo este tiempo, he tenido pocas oportunidades de ver al lobo con calma. En muchas ocasiones, el animal se quedaba inmóvil observándome, y cuando intentaba moverme para sacar la cámara de mi mochila, desaparecía como una sombra. Algunas de esas escenas solo viven en mi memoria, donde el silencio del bosque y la quietud compartida entre ambos se mantienen intactos. No puedo evitar recordar esos momentos como una de las experiencias más especiales y fugaces de mi vida.

Las fotos que comparto hoy son el resultado de esos momentos vividos en la Sierra de la Culebra, aunque en otras ocasiones son “las fotos” las que quedan impresas en mi memoria. Como menciono, cuando nos encontrábamos en la soledad y el silencio de los bosques, nos quedábamos mutuamente quietos, observándonos, hasta que, en el instante en que intentaba sacar la cámara de la mochila, él salía corriendo a esconderse. Es una experiencia inolvidable.




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