Fotografiando la Triumph Bonneville
Fotografiar una moto: un arte más complejo de lo que parece
A simple vista, fotografiar una moto podría parecer una tarea sencilla. Es un objeto inanimado y sin embargo, cuando te enfrentas a los reflejos del metal, las zonas de luz y sombra, y los detalles que desafían la nitidez, descubres que hay todo un trabajo detrás.
Las motos han sido una parte esencial de mi vida desde los veinte años. A lo largo de las décadas, muchos modelos me han acompañado en innumerables aventuras y momentos inolvidables. Ahora, con más de sesenta primaveras a mis espaldas, sé que mi actual moto, una Triumph Bonneville, probablemente será la última. Una clásica café racer para un clásico como yo. Y, sin duda, es la moto que más he fotografiado.

Con buen tiempo, mi moto y mi cámara forman un tandem perfecto. Mi compañera de aventuras fotográficas es la Fuji X100S, una cámara compacta y versátil, ideal para la fotografía callejera y para capturar esos momentos especiales en mis rutas moteras. Ligera, pequeña y polivalente, se ha ganado un lugar fijo en mi mochila.
Cada vez que encuentro un lugar curioso o abandonado, no puedo resistirme a detenerme, aparcar la Bonneville y sacar la Fuji para capturar el momento. En esta ocasión, quiero compartir algunas fotografías que tomé de mi querida moto en un lugar especial: Matxitxako, en Bizkaia.


Estas imágenes transmiten un poco de la conexión que siento entre la moto, la fotografía y los lugares que recorro y a veces descubro en cada ruta. Porque al final, cada kilómetro recorrido y cada foto tomada son pequeños capítulos de una aventura que sigue escribiéndose.
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